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SEMBLANZA DEL EXALTADOR
Cuando a principios del año 2002 se gestaba la Junta de Oficiales que regiría los designios de nuestra Hermandad durante la siguiente década, le argumentaba a nuestro Exaltador, para incorporarlo a la causa, que aquí encontraría muchas cosas, la inmensa mayoría todas positivas; augurándole también que forjaría una robusta y sincera amistad con los hermanos y compañeros de la Junta fruto de la intensa colaboración y la estrecha convivencia que el ejercicio del cargo exige.
Jamás pude imaginar que ese presagio iba a tener una tan acusada incidencia en lo personal, calando tan hondo que veinte años después a los atributos de compañero de Junta y hermano, iba a añadir con mayúsculas el de AMIGO.
Una amistad iniciada desde sus primeros pasos en la Junta, cimentada durante diez intensos años de estrechísima, leal y fructífera colaboración desde su desempeño como Diputado Mayor de Gobierno y Consiliario. Pero, muy especialmente, una amistad consolidada y fortalecida cuando los focos se apartaron por el necesario relevo inherente a la aconsejable transitoriedad del cargo.
Los hechos son el espejo de la valía de las personas, se perciben más cuanto más se sienten. Nos hacen más elegante, más humano, más cálido en el trato y más amable en los juicios. Debo encumbrar, por ello, la categoría humana de nuestro Hermano, una actitud ante la vida que le ha llevado a ser un referente entre su círculo de amigos, a marcar la pauta en su ambiente de trabajo, y a representar un pilar fundamental de su, también para mí, querida familia.
Desde sus primeros pasos en la Junta percibimos estas actitudes innatas y, con satisfacción, comprobamos cómo las puso al servicio de los demás desde la Junta de Gobierno de su muy querida Hermandad con la que, desde siempre, ha estado comprometido ejerciendo, con apenas 19 años, como Presidente de un incipiente y pujante Grupo Joven.
Su fino instinto le sirvió para captar desde muy pronto qué es “ser de la Vera-Cruz” desde un puesto de responsabilidad. Como proclamaba un recordado predicador en el Quinario hace ya unos años que “las vidrieras son para ver desde dentro”; nuestro Hermano supo interpretar a la perfección el auténtico espíritu de nuestra Hermandad desde sus entrañas.
Su carácter afable y extrovertido, pero muy alejado del buenismo; exigente, su entrega incondicional, su acusado sentido de la responsabilidad; le hizo ocupar por derecho propio un lugar de privilegio dentro del grupo, granjeándose el respeto y la admiración de sus compañeros de Junta.
Se convirtió en un fiel representante de una forma de hacer las cosas tan distantes de la tendencia imperante que nos empuja a situarnos siempre en los extremos. Por el contrario, supo colocarse en el punto intermedio, en ese espacio de luz donde se labra el consenso y se ofrecen soluciones, apartando la crispación y el exceso de ruido. Moderado, aunque firme cuando había que serlo, conciliador siempre.
Doy fe de su absoluta e incondicional lealtad, sabiendo ocupar el lugar adecuado en cada momento, rechazando protagonismos y renunciando al “yo” en beneficio del “nosotros”. Exhibe esa anhelada virtud de mantener la calma en los momentos críticos, transmitiendo importantes dosis de sosiego y una enorme sensación de seguridad.
Un Hermano con profundas raíces familiares y cruceras, que predica con el ejemplo desde la más depurada discreción. Para nuestro Hermano la Hermandad es familia, sentimiento, devoción, recuerdos, pasión, emociones, convivencia, amistad, compañerismo, gratitud, respeto…
El tiempo siempre nos alcanza, pero es importante saber interpretar los días que nos han tocado vivir. Por eso dio un paso al lado sin dejar de ofrecerse allí donde pudiera ser necesario, haciendo lo que más colma su sentimiento crucero: portar sobre sus hombros a la Madre de Dios, la Virgen de las Angustias, por la que siente auténtica locura.
Qué lujo poder escuchar tantas experiencias, Hermano. Aunque las piernas puedan sentir fatiga, la cabeza está lúcida para vivir, contar qué se ha vivido y estar dispuesto a seguir viviendo. A recorrer con tus palabras esa senda que comunican nuestras dos casas: la propia y nuestra Ermita, un camino que siempre, siempre nos conduce a la esperanza de Nuestras Angustias.
Hermano y amigo, hoy siento un profundo agradecimiento por esas alegrías tan elegantemente domadas, por esas lágrimas disimuladas, por esa generosidad y esa bondad compartidas que tanto nos ayudan en el camino. Con estos sentimientos, ruego a María Santísima de las Angustias para que, por su mediación, Dios Nuestro Señor en la Santa Vera Cruz, te colme de salud, de gracia y de bendiciones.
Ntro Hno. D. José E. Romero Fernández