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EL INIGUALABLE ALTAR DE QUINARIO
Ante todo, destaca la altura prominente que toma el Stabat Máter con María de las Angustias, como siempre, a los pies del Santísimo Cristo: la Madre al pie de la Cruz, centro de nuestra devoción. Todo ello enmarcado por unas gradas suntuosas y un espectacular dosel plateado, ejecutado por D. Fernando Marmolejo en la década de los 50, – en su taller de la plaza de Molviedro (Sevilla)- y que sustituiría el anterior dosel dorado (hoy usado para la Solemne Novena y perenne en el presbiterio de nuestra casa hermandad), estrenado en el Quinario de 1926 gracias a la encomiable labor de las “niñas del Quinario”, así como la segunda generación de este grupo de hermanas tuvo a bien tomar la iniciativa para el estreno del segundo dosel, donde nuestro Hno. D. Manuel Zambrano intervino favorablemente.
El dosel actual, de reconocida ejecución en el ambiente cofrade y constantemente solicitado por Hermandades, nos ha regalado estampas únicas, siendo cedido a la Hermandad del Cerro del Águila para sus actos de aniversario; a la Inmaculada de Castilleja para sus cultos de diciembre; la Hermandad del Rocío, de Gines; o a la querida Hermandad de la Vera-Cruz de Sevilla, en el aniversario de la Hechura de la Virgen de las Tristezas.
Tras tal obra de arte pende un rico velo verde, brocado y bordado con lentejuelas de oro, que le otorga al altar un aire añejo y original; además de tener un incalculable valor, pues fue ejecutado en los años 60 por nuestras hermanas -de manera artesanal-, durante meses, en el recién adquirido almacén de la plaza de San Gregorio. Es significativo cómo el color verde no siempre ha sido el utilizado. De hecho, hay menciones en el periódico el Liberal, en 1927, sobre las valiosas colgaduras de damasco estrenadas aquel año para a nuestros cultos de Mayo. En 1963 estas colgaduras de damasco granate fueron sustituidas por terciopelo verde, regalando una estampa bellísima en la Iglesia.
Remata la composición una gran lámpara de cristal y bronce, que data de 1967 y sustituía a la antigua de cristal de bohemia, muy valiosa, de primeros del siglo XX.
Es curioso cómo el paso del tiempo y la admirable labor de hermanos como los Reverte, D. Antonio Petit o las niñas del Quinario, entre otros muchísimos hermanos, han otorgado a este culto de preciosas joyas patrimoniales. Hay que tener en cuenta que, tras el traslado de la Ermita a la Iglesia para la celebración de este culto, el altar lo conformaba -hasta 1926- el mismo retablo de la Parroquia, pero con el camarín que preside la Virgen de la Asunción cubierto por un velo. Se adornaba con flores naturales, macetas que aportaban las hermanas y cera al gusto de la época. Eran muy características las margaritas como exorno floral.
Pero sin duda la joya más preciada por los cruceros, son nuestros Sagrados Titulares: el Stmo. Cristo de la Vera-Cruz, que en los Solemnes Cultos de su Devoto Quinario nos purifica, acogiéndonos en su sacratísimo corazón, guiados por las dulces manos de María Santísima de las Angustias, siempre al pie de la Santa Cruz. La Virgen, entronizada en el mencionado altar de plata, se nos muestra coronada de rosas y estrellas con la singular presea en plata sobredorada del siglo XVIII (Corona de los Rull). Luce terno en terciopelo verde musgo con bordados en oro de realce, de clara inspiración oriental y saya con diseño asimétrico en terciopelo de seda. Muestra, Nuestra Señora, toca de sobremanto y cotilla de caídas bordadas en oro. Su hermoso rostro se embellece con encajes de seda, tipo Calais, con motivos florales y geométricos. Sobre su pecho, gran Cruz pectoral de oro y esmeraldas. También porta en sus manos, pañuelo de encaje de Bruselas, rosario de plata sobredorada de filigrana cordobesa, cadenas y medallas de oro con las efigies de la Stma. Virgen del Rocío y Medalla Milagrosa; ramillete de azahar en plata sobredorada con perlas y zirconios.
Sin duda, un inigualable altar de Quinario...